11/22/2006



¿Qué más da quién lo dijera?

Se cumplirán en 2007 cincuenta años desde que Jack Keruac escribiera “En el camino”, aquella novela que quiso redactar de un tirón, todo seguido, sin someterse a la estructura de las páginas, de las portadas y de la encuadernación: la vida no tiene ensayos, ni es infinita. Keruac pensaba que la escritura tenía que fluir libre, como la vida, constante y continua hasta llegar a un final, como la carretera. El rollo de papel en el que Keruac llevo a cabo este proyecto, se exhibe en diferentes universidades de USA. En “On the road”, Keruac busca la libertad como modo de vida, la ruptura con lo habitual, con lo perfectamente programado; iniciaba así la contracultura. La novela se hizo mítica porque adelantaba todo el movimiento que vendría a posteriori: el hippie, la generación lisérgica y la ruptura con todo lo establecido. Mucho tiempo después, un extracto de “On the road” sirvió para que la publicidad anunciara el mítico Golf GTI. La relación entre texto, idea y producto estaba clara: toda la novela de Keruac sucede en un coche y el viaje se presenta como la manera de escapar de una sociedad que nos domina y oprime. En el anuncio, en blanco y negro, una autopista americna se oberva desde el interior de un coche en marcha, la voz en off dice: “ Esa gente no tiene tanta libertad como piensa y cree: Puedo ir a cualquier lado con mi coche nuevo. Pero a la hora de la verdad están atados a ese trabajo, a ese piso, a esa fabrica; las empresas les dicen como vestir, que decir, que pensar. No tienen libertad como para dejar ese estilo de vida ni por dos semanas al año, y tienen suerte si les dan dos semanas de vacaciones al año. Por eso digo que no importa donde estés. La libertad no es fácil. Va a ser duro". Pobre Keruac, ¿qué hubiera pensado de haber visto lo que el sistema hizo con su texto reivindicativo y rupturista? Pues exactamente lo mismo que pensaría George Orwell, autor de 1984, si viera Gran Hermano, o Erneto, Che, Guevara al ver su imagen convertida en icono de consumo. Y es que el mercado no discrimina ideologías a la hora de lograr sus objetivos.

En la foto Ginsberg y Dilan ante la tumba de Keruac

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